Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

lunes, 9 de enero de 2012

Espacio y tiempo


Todo lo que fuimos se pierde como un recuerdo ajado en la solapa. Todo se resume en un instante exacto en el que pasado y presente se depositan en otra expectativa. Cada tarde, gana unas décimas de luz. La piel de la ciudad aún es fría, tersa y opaca, pero –en lo profundo- un latido irradia deseos escondidos. El sol encala las paredes de otro tiempo y el azul inunda la temperatura constante del invierno. Los susurros se buscan, se comunican. Por un segundo, parece que todo ha acabado, que nunca volverás, que sólo quedarán los recuerdos de un espacio, de un tiempo compartido. Como si te mirara desde el andén ingrato de nuestros días, todo parece oscurecer. Sin embargo, no te has ido y la parquedad entumece a la noche antes de amanecer. Porque el ciclo ya se ha iniciado; las manecillas crujen en su pulso inexorable; el mecanismo se acciona irreversible; y los días ya no son iguales porque son los tuyos, esos mismos, que prevén la emoción infantil de una mirada, de un suspiro entre el silencio, de una ciudad que es origen y destino, de un tiempo ganado a sí mismo y que, pronto, será solo nuestro.

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