Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

domingo, 29 de junio de 2014

Todo lo que me das

Quizá mi cáliz, del que siempre has bebido sin queja, nunca te ha brindado el sorbo que mereces. Quizá resulte más efectivo denunciar -aunque sea predicar en el desierto- que construir. Destruir es más sencillo y bien sabes que algunos, en su infinita y burda torpeza, bien que lo intentan. Pero no temas que hoy no me vas a leer nada que te deje en el paladar un poso amargo.

No te voy a escribir de cofradías, aunque los demás lo esperen y aspiro a que comprendan que ya escribo demasiado para mal de otros. No te voy a hablar del Córdoba, por más que ese domingo ya quede inserto para siempre en mi memoria y en mi sistema nervioso. Ni de nada que no seas tú.

Este cáliz es tuyo. Siempre lo ha sido. Por ti levanté mi copa, lejos de la tierra que fundó Claudio y que nos vio crecer con su raíz profunda y venenosa; lejos donde nadie nos miraba ni intentó juzgarnos; lejos de las ventanas azules y con calles inmensas donde la gente parecía más anónima; lejos, entre andenes y dársenas, con sonrisas casi de la infancia y despedias desapareciendo entre esos rostros acelerados, mientras parecía bajar a las entrañas mismas de la tierra.