El patio
Cómo podría definir lo que estaba viendo. La luz y la humedad, pese al gris plomizo de la mañana, conformaban una visión diáfana y misteriosa de aquel patio jalonado a base de piedra y árboles. Sintió como el frío atravesaba las piezas de paño que lo vestían. Al frente, el llamado Arco de las Bendiciones asemejaba la puerta hacia otra dimensión que se debatía entre la oscuridad y el aroma del incienso que ya se insinuaba desde su posición. A los lados, la inmensa planta estaba semi desierta. Algún fraile, alguna señora de calidad cubierta por velos dirigían sus, casi silentes, pasos hacia el arco que daba entrada al templo. El viajero apenas era capaz de caminar. Supo que tardaría en asimilar cuanto estaba observando y que no podría plasmarlo hasta que su mente acariciase la distancia de aquel lugar.
Caminó en círculos sin que nadie lo detuviera ni le preguntara qué hacía o qué buscaba. Intentó imaginar cómo fue la entrada de los primeros cristianos en aquel portentoso edificio. Casi pudo intuir como, centurias atrás, los fieles iban inundando aquel mismo enclave ante el requerimiento del Imam. Miró a su alrededor y pudo sentir casi un desvanecimiento. Detuvo la vista sobre los adoquines calcáreos y se agachó para rozar la historia con la punta de los dedos. Volvió a fijarse en el Arco de las Bendiciones y supo que debía cruzarlo…
Caminó en círculos sin que nadie lo detuviera ni le preguntara qué hacía o qué buscaba. Intentó imaginar cómo fue la entrada de los primeros cristianos en aquel portentoso edificio. Casi pudo intuir como, centurias atrás, los fieles iban inundando aquel mismo enclave ante el requerimiento del Imam. Miró a su alrededor y pudo sentir casi un desvanecimiento. Detuvo la vista sobre los adoquines calcáreos y se agachó para rozar la historia con la punta de los dedos. Volvió a fijarse en el Arco de las Bendiciones y supo que debía cruzarlo…