Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

viernes, 24 de junio de 2011

Pregón del Corpus


Entre los muros San Pablo, en el atril donde la palabra toma su forma exacta y los días se predican a la noche que los contempla –apenas a unos centímetros de las Imágenes que legara el imaginero inmortal-, el cuerpo real y místico tomaba forma en cada frase, en cada sentido que dona de luz y conocimiento cada gesto, cada parte imprescindible de un ritual inaprehendido que camina más allá de la vigilia o la mera letanía.

Entre los muros de San Pablo fue sencillo comprender que cada momento era el instante esperado; que a cada instante el Corpus se acercaba –acechaba en la noche de su propia festividad- con la certeza de lo vivido, de cuanto queda por repetir; que el mensaje se actualiza por ser mismo y que su fuerza se asume porque es más viva entendida a la luz del amor definitivo, del que no guarda medida, del que concibe a los demás porque ese no se dejara vencer por el viento, porque es el único que, en el día que nos aguarda, vencerá con su certeza todo lo demás.

Y con la única confianza depositada en la auténtica fe -en la misma que salva y consuela, que se cultiva y florece, y nos entrega la decisión infalible de lo que somos-, monseñor Demetrio Fernández prologó la solemnidad más importante, la que el próximo domingo verá como Deanes y la misma ciudad se enseñorean y abrazan la Custodia de Arfe porque ella Lo guarda porque es el ostensorio mismo de lo que es, de su historia, de su pasado, del presente mismo que nos tocó vivir.

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