Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

lunes, 27 de junio de 2011

La cultura repetida


Sobre los cimientos profundos de la conciencia se construyen las imágenes argentas de un pretérito que alcanza su ensueño pluscuamperfecto. Sobre el piso, el romero se confunde con las formas geométricas de páginas –escritas y leídas- a pie de calle. Sobre los brazos –tersos e invisibles- de la ciudad reposan las historias que no se cuentan porque descansan sobre su cognición profunda. Sobre la peana, la arquitectura del templo itinerante que ideara Arfe se alza a la mañana de la única jornada del año que la verá encumbrarse a la cima de la luz que gravita en la dimensión armónica de la fe.

Desde Judería a la plaza de la Compañía, los altares atestiguaron lo predicho: la Custodia avanzó de la mano de los Sáez, mientras las cofradías disponían su liturgia ritual, desde la noche anterior cuando la Virgen de la Alegría salía de su ermita bajo los sones de Corpus Christi.

Tal vez, por repetido no caigamos en la cuenta de que, con cada gesto reiterado sobre el suelo de la ciudad –en cada Semana Santa o en cada día, como el de ayer, de Corpus-, avanzamos sobre la diferencia de nuestra propia cultura, la que se guarda sobre los velos de las tabernas, sobre los muros calcáreos de cualquier patio, sobre las estrías romanas de los fustes, sobre el arte efímero de una procesión. En unas horas se defenderá la cultura heredada y futura de Córdoba, pero la conciencia profunda de sí misma avanzará inexorablemente más allá de una decisión o una fecha.

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