Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

domingo, 2 de marzo de 2014

Horas que susurran

La Semana Santa está empezando. Los días, los surcos en la piel se agrietan en un pliego más cuando se encuentran con el tiempo que los hace revivir. Como en un oficio prendido de otros saberes, los resortes se activan en mitad justo del invierno, como un presagio, como una esperanza certera que apunta a las ascuas ocultas, tras un incendio que alentará nuestras miradas prestas siempre del asombro. No habrá palabras que puedan explicarlo. Habrá gestos, esfuerzos y expectativas. No habrá días que se marquen en el calendario porque –como escribe mi hermano Enrique-, bajo el atrio de los gentiles cruzaremos el umbral invisible –intangible- de la fe que se vive cuando las noches aceleran el pulso de su acontecer. No quedarán abrazos, sino miradas que se cruzan cada noche; no cuando se conforman altares, se planchan túnicas, se visten dalmáticas, se afana el incienso, se repasa la cera o se conforman candelerías; sí, cuando en silencio se dispone cada pieza como si fuera la única, cuando la arpillera regresa a su armario al borde de la madrugada y las aristas de la piel nos recuerdan el esfuerzo saltado sobre el alma que se arroba y rebusca certezas invisibles, pero que nos golpean los sentidos, las manos extendidas, el pecho que parece muy pequeño…
 

Cualquier tarde de domingo nos alcanza y desnuda nuestro acervo en la linde exacta de otro mundo porque parece tan distinto y lejano al de hace apenas unas semanas. La Semana Santa está empezando, antes de su Cuaresma, antes de que nos apercibamos de que se forma mucho antes de que podamos sentirla, verla, olerla, prendernos de ella en su penúltimo capítulo, en la vuelta de cualquier esquina y el paso apenas parece detenerse en el tiempo y Dios nos mira a la cara para suspirar nuestro nombre en las puertas de nuestra ánima expuesta y donada a Él. Ahora, en la mañana de un día de febrero, ya sabemos que no es un domingo más, que los momentos llegaron. Son las horas que susurran nuestra vida.


Publicado en http://hermandadsantosepulcrocordoba.blogspot.com.es
Foto. Jesús Ruiz "Gitanito"

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