Ya no sé si
son miles de palabras repetidas. Poco importa. Ni tampoco, si nuestros oídos
estallan, mientras alzamos los brazos, con los puños siempre en alto,
intentando conseguir a dentellas un jirón que robarle a la primavera. Estamos tan
cerca y tan lejos que ya somos inseparables. Recorro la geografía invisible de
las letras donde siempre me perdí para comprender, ahora, a tu lado, su
verdadero fin último. No son palabras vacías porque me haces vivir cada día en
un poema infinito y la imaginación ahora es más grande de lo que fue, pues
algún día cercano será más realidad de la que ya es. Corremos sobre la espuma
de una ola que se rompe a nuestro paso. Y somos tres.
Entre tú y
yo nos separa un universo, el mismo que nos une y nos abraza en silencio,
cuando la noche arrecia, cuando no nos miran y te susurro mil secretos y
promesas que no se desvanecen en nuestro pequeño mundo. No somos más que los
demás, pero ellos quedan fuera de nosotros. Y somos tres.
Ahora, al
verte con esos ojos con que hace tanto miraba al cielo, solo te pido una
sonrisa, que vengas con la primavera arrebatándote la mirada de esos abriles
que nos aguardan. Que sepas que la palabra es tu arma, la que nadie te
arrebata, la que es tuya, aunque solo la escuches en tu propio silencio. Ahora que
corremos sobre los días azules es nuestra. Y somos tres. Un caudal de recuerdos
que reposarán en el fondo de nuestro equipaje y que encontrarás, por sorpresa,
una tarde de domingo como aquella misma en que tú me lo descubriste y fui tuyo
siempre. Cada instante que eres me haces ser más a mí.
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