Las horas pasaban con la mirada perdida en el horizonte, repasando lecturas, vivencias y expectativas. Claudio repasaba el vino de su copa, mientras pensaba en la ciudad como origen y destino de sentimientos invisibles...

jueves, 6 de marzo de 2014

De soles y fuego

Casi parecen tan lejanos los días de soles y fuego como, si la vida, ya no regresase a su latido célebre, aunque la tibieza del mediodía quiera renacerla igual que una reviviscencia. Atrás quedaron las orillas desiertas del deseo, de otro mar audible solo para nosotros con miles de olas, con la espuma golpeándonos la sien que aun era tersa, con atardeceres infinitos de los que ya perdimos la cuenta. Apenas susurran los recuerdos en el brillo de la infancia en la que rebusco ilusiones encontradas para entregarte y de las que ya he perdido la cuenta. Y sueñan los tejados con noches de café y luna, de aullidos sobre el papel agitado que esconde y aguarda las mejores historias que nunca serán escritas. Y sueña la tarde con amplias avenidas que prometen el futuro incierto que siempre se guarda una promesa, como un as, como una ráfaga bergamota que resiste en las pupilas dilatadas. Y escuchamos canciones, tantas que perdimos la cuenta, que sostienen la impaciencia mientras expresan su melodía como una verdad abrazada de vida. Y pierdo una y mil veces esa cuenta de tus días, de todo lo que pienso como un rayo que no cesa, como una niñez abierta en el baúl de mi memoria. Y te digo que te quiero y no sé si es mi voz, si me retumba en el pecho, si me escapa de la piel en una transpiración imposible. Entonces, te intuyo dentro de mí, en todos mis quehaceres y veo tu cara, las miradas que aún no nos hemos dedicado. Vuelvo a perder la cuenta… Siento que ya te tengo.

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