Pasamos la vida en torno a un balón, como una alegoría perfecta del juego de la existencia. Buscando el misterio del único Alquimista que transmuta el metal en oro. Que abandona a la víctima propiciatora para tornarla en héroe sutil de nuestro tiempo.
El chivo expiatorio fueron naciones que, en otro tiempo en otros campos, hicieron brotar lágrimas a generaciones enteras de padres e hijos... Aquella tarde un grupo de hombres tomó la historia. La que le era propia. E hizo de su deporte plasticidad, estetica y ensueño... Mientras levantaron la sal de la tierra, con el aroma de la hierba recién cortada que nos devolvió a las tardes lánguidas de la infancia donde fantaseábamos con ser Arkonada, Carrasco o Butragueño.
En el sacrosanto vestuario de una selección, de un equipo, de un país... Retumbaron las palabras de un profeta... "Oigan ustedes: nos han dado de hostias estos dos últimos años, ha llegado el momento, salgan al campo y demuestren que son los mejores."
Un héroe casi vencido que nos mostró el camino del Olimpo. Un nombre, Luis. Un Sabio, conocido por su barrio, apellidado Aragonés.
Enrique León y Blas Jesús Muñoz
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