Ahora,
antes de que el mundo se convierta en un lugar extraño –casi mágico, casi
hostil- repaso entre mis recuerdos para intentar contarte algún día las cosas
que yo no supe. Ahora que el rumor las bandas llegan al patio de luz que pronto
será parte de tu reino de ilusiones y fantasías, y se hace más y más fuerte
conforme avanzan los días. Ahora que la letanía se aproxima al Domingo de
Pasión y a su Salve que se llena de abrazos y horas rotas; al Viernes de
Dolores que dicta el final de un camino y el principio de otro. Ahora que la
ciudad ya no es ciudad porque se mira a sí misma, mientras abraza –hedonista-
sus recuerdos. Ahora que recuerdo la última tarde de aquel Viernes en que la
lluvia me calaba la ilusión que siempre me impulsa, mientras el capirote
aguantaba estoico mi propia tristeza, la esperanza de otra tarde mejor en que
abrazar a Enrique. Ahora que la cuenta de Semana Santa se confunde con la tuya
para dejarme a perpetuidad la Cuaresma que nunca podré olvidar quiero contarte
lo mejor, que para lo demás siempre hay tiempo.
Y
es que la espera, aunque la impaciencia te pueda, no es más que un camino, una
preparación de la que disfrutar venciendo a los días con las cosas –tan
cotidianas, tan normales- que nos hacen felices. Es soñar, anclados al suelo,
mientras la mente vuela por mundos encontrados que proyectan el ideal que nunca
alcanzaremos, pero que debemos buscar a toda costa. Se trata de buscar nuestro
propio espacio vital, ese mismo que por sí mismo lo explica todo o, al menos,
intenta explicar muchas cosas; más allá de quienes hacen del fanatismo su raíz
y pierden el tiempo y la juventud en todo lo que no es interrogarse y disfrutar
de lo que nos fue entregado.
Pero
al final siempre nos alcanza el momento y lo vivimos en un carrusel de
emociones encontradas que nos sacuden en la mitad exacta de una noche intensa,
de vuelta a casa, cuando las calles están casi vacías y los restos de nuestro
naufragio habitan las aceras. Entonces, sabrás que lo estás viviendo que, lo
entiendan o no, eres parte de esto porque tu alma estará asida para siempre a
cuanto te llena de fuerza, sentimiento y una pizca de comprensión.
Habrá
quien te quiera amordazar a convencionalismos con minucias que no pasan de lo
anecdótico, pero atan a muchos a una mezquindad que no persigue nada más que
seguir reptando sin cambios que los sacudan de plano cualquier noche de
primavera. No los escuches, sé libre. Deja que el sonido de una banda, en ese o
en otro patio, te devuelva a la infancia cuando seas mayor y todo parezca más
complicado. Recuerda la primera vez que se te salía el corazón por la garganta,
la primera Imagen que creíste que te llamó por tu nombre y te miró de frente
para dejarte marcado para siempre. Lee cosas que nadie se atreva y pregunta por
todo que nunca sabemos demasiado, siquiera algo estrecho.
No
sé si te gustará la Semana Santa, si sentirás algo parecido a lo que tu padre
pueda haber sentido. No sé si esto que te cuento es baldío, un camino yermo por
el que debo ver como avanzan mis pasos. Pero me has dado la mejor Cuaresma que
nunca pude soñar cuando mis sueños eran más grandes, más puros. Y, mientras
cada noche la música me acaricia la cara y fantaseo con verte de mi mano en una
calle mientras Él nos devuelve una sonrisa, sé que ya me has dado el mejor
regalo que nunca esperé.